
El sol se ocultaba, pero todavía se reflejaba algo de luz en la derruida pintura a la cal de la vieja casa en las afueras de “Quebrada vieja”. Frente a ella, jóvenes romances, furias y traiciones se desataban.
Ellos dos la sujetaron, uno por los brazos y otro por las piernas, ella rió, luego lloro y se retorció. A dos metros su amiga, quien escuchara temores, planes y alegrías, se relamía de lo que había provocado en aquellos dos, no fue amor como lo hizo su ex-mejor amiga, pero era igual de fuerte, de dulce y poderoso.
Ella lloraba hasta que no pudieron más con ella. ¡La puta! -Grito uno- ¡Mátala a esa puta! -Dijo el otro-. Una piedra en el rostro, los sorprendió, solo la hizo sangrar y atragantarse un momento. Su ex-amiga dio el golpe final. No se resistió al verla tirada llorando sangre, y ver que ellos no se decidían. ¿Qué hacen? ¡Vamos! ¡Tirenla al diquecito! –Les ordeno-.
El comisario mismo vino de “Las Cortadas”, para corroborar los dichos en la declaración de uno de los llorosos jóvenes.
Soltaron la puerta del dique y mientras ella cubierta de barro, tranquilamente acostada en el fondo, iba apareciendo a los ojos del comisario y dos testigos, las acequias del campo de olivos comenzaron a llenarse de agua, eran finales de invierno, pero por tres días los olivares reverdecieron.

1 comentarios:
Bello...
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