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Eligió para su vida, el sonido de un clásico, común, despertador. Algo constante, persistente, típico despertador chino, ni comparación con los estruendosos mp3, o las cambiantes estaciones de radio matinales. Su día comenzaba perfecto, con la perfecta música; a falta de aves, un balcón; a falta de sol, una ventana; a falta de caza, un gimnasio; a falta de pesca, meditación; a falta de amor, unos mates; a falta de pan, cereales.
De apoco, lentamente se había convertido en un caballo perfecto que siempre es despertado por un tierno chino en guerra.
Corregido por: Gelines Goy. ¡Gracias!

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