Los rizos que caen en mis hombros marcaron siempre mi ser, pe
queños ojos, aun más pequeños y marrones a los ocho años de vida. La pequeña Anita antes, Ana Martínez desde entonces. Las lagrimas que dejaron de ser costumbre, al alejarse se arrinconan en mi pecho, mas no se ha ido el acoso de los demás, en los años de mi niñez, corrían detrás de mi, hasta que la puerta se cerraba en sus narices, hoy es en el cubículo que comparto con el primer oportunista en busca de una burla fácil que calme su tedio del trabajo rutinario, el que no me protege. Un cuarto de fácil acceso, una puerta, un cristal fácil de romper.
Mis rizos que supieron seducir algunos hombres, ya no logran estremecer, quebradizos, gastados, no atrapan rayos de sol, ni mirada alguna. La magia del ciclo de la vida es que vuelvo lentamente a la misma estatura, en la cual me vapuleaban y me seguían por mi aun constante sobre peso. Diminuta y frágil, viviré constante ese pasado, hasta que llegue el final o el comienzo por igual.

1 comentarios:
muy bueno migue! me imagino q no es fácil escribir ubicándose en el género opuesto.
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