Las
voces de la noche comenzaban a escucharse; Me encontraba sólo,
perdido entre la nada, sin rumbo. El vidrio empañado del autobús,
solo me dejaba ver las luces en el camino, autos y las puertas de
algunas casas al costado de la ruta.
No
podía pensar en otra cosa, tu imagen permanecía en mis pensamientos
constantemente; Me dolía el alma, desaparecía con cada segundo que
pasaba. No me creerías, pero tu sonrisa se mezclaba con los retos de
mi padre, que si no sirvo, que no entre ahí, que no toque eso, o
aquello, que así ya no se puede seguir. Ahora todo era tan similar,
hoy ya no podía tocarte, y eso me atormentaba. Sumido en tus
recuerdos, ya no escuchaba la música típica de los autobuses, los
niños que se quejaban con sus madres se iban perdiendo en la noche y
quedaban atrás como los carteles de máxima velocidad.
Juraría
que hice lo posible por asimilar que ya no estabas, pero se me hizo
imposible aceptar tu ausencia, tu eterna ausencia.
Al
bajar del autobús continué mi camino hacia ningún lugar; Podía
sentir tus pasos acompañándome como cada antigua noche en la que
solíamos salir a caminar, podía sentir el calor de tu cuerpo
rozando el mio, tus abrazos cálidos, y hasta escuchaba tus palabras
pronunciadas suavemente. Por suerte el viento me acompañaba y el
murmullo en mis oídos no era de locura.
En
el camino no se encontraba ni la heladería en la que comprábamos al
volver de nuestras caminatas, ni había cerca ninguna casa de amigos,
ni tu familia en la que ya me llamaban por mi apodo. Por suerte esta
noche, al regresar a casa no habría nada que me recuerde a ti,
pensé. Pero tal vez seria mejor tener algo a que aferrarme, algo
para no pensarte.
Luego
de entender que me dirigía a casa y que no te encontraría en ella
mire las estrellas e intenté buscar
algo
que te reemplazara en las noches frías, en los momentos de tristeza,
en los triunfos de mi vida y demás cosas.
Se
me hizo tan difícil el no querer pensarte más, que solo logré
seguirte extrañando. Al fin y al cabo, los amores no se olvidan; Tu
personalidad única y extrovertida me marcaría para siempre, y tus
"para siempre" se convertirían en cenizas de cartas de
amor. Tenía que haber alguna forma de deshacer tu persona de mi
persona.
Ni
la bebida, ni otras mujeres pudieron con vos en estos años. Hasta
escaparme al sur no fue suficiente. Incluso un temporada trate de
encontrarte en los ojos oscuros de una correntina, que anda saber por
que, se fijo en mi. Fue lindo, no lo niego, pero no era igual. A fin
de cuenta nada lo seria y a mis 40 años no hay mucho margen de
maniobra. Si, ya me suena la voz de mi viejo diciéndome, " pero
que te crees, todo lo que haces tiene consecuencias". Al menos
el perro sale a recibirme hasta la entrada.
Y
así fue que nada pudo contra vos, así fue que tuve y tengo que
vivir cada día con tu presencia ausente, sin tu sonrisa, sin tus
abrazos, sin tu cuerpo. Te quedaste en mi vida por siempre, y al
mismo tiempo me dejaste tu ausencia.
Convivo
con las esperanzas de que algún día te puedo llegar a cruzar por
las calles del barrio, aunque no se cual sería mi reacción.
Mientras tanto, lo único que te sigue perteneciendo es mi corazón,
que escribe sobre vos cada vez que te recuerda sobre el sillón,
provocándome para encontrar el amor una vez mas, o al menos, saber
con resignación que vos estas, en otro sillón, con otro cuaderno,
escribiendo sobre mi.
Con Erika
Carió